El futuro está aquí
Estamos entrando en una nueva dimensión de la alimentación: la era de los “cosmocéuticos” o “nutracéuticos”. Es decir, alimentos que producen beneficios saludables añadidos para prevenir, tratar o, incluso, curar enfermedades a través de la dieta. No estamos hablando de comer sano, que también es importante, sino de esa margarina modificada que disminuye el colesterol, ese zumo con calcio añadido para reforzar los huesos o ese yogur que ayuda a regularte. De hecho, si lo representamos en tres grandes grupos, uno correspondería a una dieta sana y equilibrada, con alimentos nutritivos y variados.
En otro, encontraríamos los complementos alimenticios: píldoras, bebibles, y otros preparados de vitaminas y minerales que ayudan a mantener la salud en momentos puntuales y estados carenciales. Y, finalmente, en el tercer grupo situaríamos aquellos alimentos diseñados y modificados para mantener la salud y tratar determinadas afecciones, los “nutracéuticos”.
El problema es que nuestra dieta actual no cumple con las expectativas de mantener la salud. ¿Por qué? En primer lugar, disponemos de una amplísima gama de alimentos, más que cualquier otro grupo humano en la historia. Pero como los suelos en que crecen nuestras verduras son pobres en minerales, tomamos menos fibra (alimentos integrales). Además, las carnes están alimentadas con piensos y los pescados son de piscifactoría. Resultado: tenemos mucho donde elegir pero escasez de nutrientes. A ello hay que añadir que las mujeres solemos estar a dieta hipocalórica gran parte del año (cuando no siempre). En esta situación, la alimentación funcional se presenta como la solución al déficit nutricional y como un plus de salud que puede ayudarnos a afrontar todas estas carencias.
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